COLECCIÓN PRÓCERES DE VENEZUELA
PEDRO EMILIO ARENAS RUEDA I
HOMENAJE AL GRAN HUMANISTA
DON ANDRES BELLO
PRIMERA EDICIÓN
Aguas Calientes, noviembre del 1994
© Copyright
DERECHOS RESERVADOS
CONFORME A LA LEY.
Las ilustraciones,
presentación y diagramación
de esta obra, pertenecen al Autor.
Por lo tanto, queda terminantemente
prohibida la reproducción, total o parcial,
del texto o de las ilustraciones sin permiso
por escrito del autor.
ISBN: 980-330-003-2 ( Obra Completa )
ISBN: 980-333-004-0 ( Tomo I )
AGRADECIMIENTOS
Mis más sinceros agradecimientos a quien con su apoyo han hecho realidad la publicación de esta bella obra literaria en homenaje a ese gran hombre como lo fuera Don Andrés Bello, quien dio lo mejor de su vida por el bienestar de la Juventud Mundial.
DEDICATORIA
A mi madre,
A mis hermanos,
A mis hijas,
Pilares fundamentales
para que se realizará esta obra.
HOMENAJE AL GRAN HUMANISTA
DON ANDRES BELLO
PROLOGO
Pensamos todos, que a través de la historia el hombre evoluciona; pero las nuevas generaciones en especial la juventud, ha detenido sus pasos en oír ensordecedores conciertos, ver programas televisivos sin ningún fondo cultural, utilizar el “lock” de onda, etc., es decir, una serie de ideologías “platónicas” que dejan en el individuo la llamada “desnutrición mental” que en Venezuela y toda América Latina fomentará la cadena que oprime la libertad, no de los pueblos; sino de la mente que siempre observa el ambiente a través de una mira extranjera.
Catalogo de injusto que en pleno siglo XXI existan hombres con la mentalidad de niños que siempre añoran un juguete (Importado) porque el carrito de madera o la muñeca de trapo que sus padres le hacen están “fuera de moda”.
Esos “sofismas” son lo que al individuo no le permite su desarrollo.
Me inquieta la idea de perder nuestros valores como humanos que somos, de saber que existieron “próceres” que le dieron significado a la patria en que vivimos y aún no los conozcamos, que sus pasos sólo sean el encuentro de un pasado lejano y que nuestra memoria no es capaz de abrigar esas vivencias, sino, cuando los vemos en llamativas carteleras o simplemente detallamos una ofrenda ante los pies de una estatua sin percatarnos que se celebraba en ese momento.
Por todas estas incertidumbres que cobijan mis pensamientos me he atrevido a desempolvar ese pasado y dar a conocer a la juventud de hoy y la del mañana la trayectoria de grandes hombres que dieron la luz del entendimiento a la humanidad y que dejaron huella en ésta pequeña parte del mundo llamada Venezuela.
Han de observar, que a través de los tomos se hace énfasis en las biografías y obras de prócer, tratando de que el lector ahonde en puntos interesantes manteniendo a su vez el entusiasmo por la lectura.
Agradezco también toda opinión acerca de la obra, para poder así recapacitar y enmendar cualquier error que como humano cometa; les deseo que estas pequeñas líneas sean de gran utilidad para poder lograr así mi meta trazada.
“Revivir en la memoria de los
hombres, el recuerdo del ayer”.
El Autor
INTRODUCCIÓN AL TOMO I
Esta Obra ha sido realizada como un homenaje al gran humanista y padre de las Letras Americanas, don Andrés Bello. Quién se forzó todo el tiempo por la educación de la juventud americana, dejando también como herencia sus famosas obras literarias y un gran ejemplo de tenacidad, deseos de formación, de estudio y servicio a los demás miembros de su comunidad.
El objetivo primordial de esta obra es el de profundizar en la vida de ese gran hijo ilustre de Venezuela en los 213 años de su natalicio, quien le dio renombre a su patria en el exterior y dedicará toda su vida a las Letras.
El Autor
La educación del pueblo, es uno de los objetos
más importantes y privilegiados a que pueda dirigir
su atención el gobierno como base de todo sólido progreso”.
El 29 de noviembre del 1781, nace en Santiago de León de Caracas, el gran Humanista y políglota don Andrés Bello, en la casa de su abuelo materno el pintor Juan Pedro López. Sus padres Bartolomé Bello, abogado de la audiencia de Caracas, y doña Ana Antonia López. Su infancia la pasó en su ciudad natal, sus estudios los realizó bajo la dirección del destacado latinista, el religioso Fray Cristóbal de Quesada, y los sacerdotes José Antonio Montenegro y Rafael de Escalona. Tenía apenas 13 años, cuando Bello, un joven de agradable presencia y finos modales, impartía clases particulares de gramática y geografía a sus compañeros de estudios, hijos de familias adineradas uno de ellos fue Simón Bolívar, tan solo dos años más joven que él; le va a dar clases de Bellas Artes y Geografía Universal. Pues, desde su más corta edad ya sobresalía de manera brillante por sus conocimientos. Sin embargo, esta enseñanza a Bolívar duró poco tiempo, apenas tres años. Bello por ser el mayor de ocho hermanos tuvo que trabajar desde muy joven.
En 1797 don Andrés Bello aprueba con buenas calificaciones sus estudios, ganando un premio de oratoria. Ese mismo año se inscribe en la Real Pontificia Universidad de Santa Rosa de Lima, donde cursó filosofía y se graduó de bachiller en Artes, el 24 de febrero de 1800; a los 20 años se inclinaba simultáneamente por la abogacía y la medicina. Pero no tuvo tiempo para acercarse a la Universidad , la repentina muerte de su padre, lo forzó a interrumpir sus estudios y seguir dando clases particulares, para al final emplearse como Oficial de Secretaria de Estado en 1802, nombrado por el Capitán General Don Manuel de Guevara, luego en 1807 asciende como Comisario de Guerra. Ninguno de esos altibajos contuvo su fiebre de hombre erudito; con el gran auxilio de una vieja gramática aprendió el idioma francés; traduciendo al filosofo John Locke, consiguió dominar no sin cierta dificultad el inglés. En las largas noches de invierno rodeado de su escuálida biblioteca empezar su peregrinaje hacia los tratados de historia y para finalizar sus ansias de investigación y lectura terminaba ejercitándose con el griego y el latín. Es sumamente curioso que en una aldea – en esa época – de no más de 10.000 personas sumida en una pronunciada hondonada y a miles de leguas de los cetros industriales y círculos donde brillaba el sol de la cultura, surgiera un Humanista cuya estatura fuera comparable a la de los grandes maestros que dictaban cátedra en Europa.
El 11 de julio de 1810, don Andrés Bello hace su entrada en Londres, junto con Simón Bolívar y Luis López Méndez, quienes formaban parte de una comisión enviada a Londres por la Junta Suprema de Caracas, para solicitar ayuda del Gobierno Inglés para obtener la independencia. Las gestiones realizadas en Londres no tuvieron mucho éxito, Simón Bolívar y Luis López Méndez regresaron a Venezuela y don Andrés Bello decide permanecer en Inglaterra y dedicarse al desarrollo de su obra literaria, quedando allí como Secretario de la Embajada Oficial del Gobierno Revolucionario de Venezuela ante la Corona Inglesa ; su misión consistía nada menos que secundar a los Emisarios Simón Bolívar y Luis López Méndez. Desgraciadamente el escaso sueldo que devengaba casi siempre le llegaba tarde y la mayoría de veces nunca. Dadas todas estas circunstancias su trabajo com0o diplomático fue convirtiéndose en exilio.
En 1814, repentinamente decide contraer matrimonio con una dama Inglesa: Mary Ann Boland, de la que enviudaría siete años más tarde y de quien tuvo seis hijos varones. Para 1821, don Andrés Bello ya había fundado la Biblioteca Americana y una Revista que serviría de ensayo general para el “Repertorio Americano”. En febrero de 1821, la definitiva muerte de la “Biblioteca Americana” pesaba como un lastre sobre el ánimo de don Andrés y su compañero en la aventura periodística el neogranadino Juan García del Río, como empresa la experiencia había resultado desdichada. La mayoría de ejemplares enviados a América tardó en cobrarse o no se cobró nunca. En compensación, se extendió la hospitalidad que les brindaron los emigrados españoles que huían de la represión de Fernando VII.
Había dado una larga y fastidiosa vuelta por el Estrecho de Magallanes para llegar hasta la espalda de la cordillera de los andes en la estoica soledad Chilena. Un enorme rebaño de montañas nevadas seguían hasta el más remoto norte hasta anudarse en Pamplona y a estirar un musculoso brazo en tierras venezolanas.
Pero toda esa lejanía no fue para afligirlo, sino más bien para exaltarlo en la búsqueda de lo perdurable, lo viviente y lo promisor. Convierte la sala de su rectorado vitalicio en el proscenio del drama americano para planificar los grandes temas de su hora. Habló por todos y para todos los allí presentes, como si a todos los pueblos hermanos los hubiese tenido frente a él en su aula, donde impartía su charla. Confirma la lengua común, el cual era el “medio provincial de comunicación”, la situación común de aquellos días, el sentido común y las tareas comunes.
En la hermosura de la sala del consejo, solo en el muro testero, preside la reunión de los vivos y las efigies de los maestros de antaño, el noble retrato que pintara Monvoisin. Despejada la frente, claros y serenos los ojos, como mirando hacía un horizonte que sabía seguro y cumplido. Frente al sillón del rector está la vieja escribanía de nogal que usaba don Andrés, mientras estuvo como rector de la Universidad de Santiago de Chile.
No debemos olvidar aquella celebre carta que en 1845, enviara a su hermano Carlos, desde Santiago de Chile: “¡ Cuantas veces fijo la vista en el plano de Caracas, que me remitiste, creo pasearme imaginativamente, por sus calles, buscando en ellas las casas conocidas y preguntándoles por los amigos, los compañeros que ya no existen! ¡Ay! ¿Todavía alguien se acuerda de mi ?. Fuera de mi familia,
muy pocos, sin duda, y si yo me presentase otra vez en Caracas, seria poco menos extranjero que un francés o inglés que por primera vez la visitase. Mas aún con esta triste idea, daría la mitad de los que me resta de vida por abrazarlos, por ver el Catuche, el Guaire, por arrodillarme, sobre las losas que cubren los restos de tantas personas queridas. Tengo todavía presente la ultima mirada que dí a Caracas desde el camino de la Guaira. ¡Quien me hubiera dicho que en efecto era la ultima vez?”,(7).
Los laboriosos y fecundos treinta seis años de la culminación y el final de su vida se los dio a su América desde su Chile de adopción. Don Andrés Bello, murió en Santiago, el 15 de octubre de 1865, a los 84 de edad.
POESIAS
Y
SILVA
Don Andrés Bello
EL VINO Y EL AMOR
de Dione,
no me riñas,
si te digo
que los goces
no me tientan
de esos pobres
que mantienes
en prisiones.
Hechiceros,
¿Quién lo niega?
son los ojos
de Filena;
pero mira
como el néctar
delicioso
de Madera
en la copa
centellea.
Tu prometes
bienandanza;
más, ¿lo cumples?
¡Buena alhaja!
De los necios
que sonsacas,
unos llevan
calabazas;
otros viven
de esperanzas;
cuál se queja
de inconstancia;
cual en celos
¡Ay! Se abrasa.
Baco alegre,
Tu no engañas.
Hace el vino
maravillas;
esperanzas
vivifica;
da al cobarde
valentía;
a los rudos,
¡cómo inspira!
Aunque gruña
la avaricia,
tu le rompes
la alcancía.
Y otra cosa,
que a tu lima
no hay secretos
que resistan.
Los amantes
infelices
por las selvas
y jardines
andan siempre
de escondite;
cabizbajos
lloran, gimen;
más ¡cuan otro
quien te sirve!
Dios amable
de las dives.
Compañeros
apercible
que en su gozo
participen.
Cantan, beben,
bullen, rien.
- Más Filena,
¿no te mueve?
- Niño alado,
vete, vete,
- Sus miradas
inocentes,
sus amables
esquiveces...
- ¿No te marchas,
alcahuete?...
-Sus mejillas,
que parecen
frescas rosas
entre nieves...
- Cupidillo,
no me tientes.
- Sola ahora
por la calle
se pasea
de los sauces,
y las sombras
de la tarde
van cundiendo
por el valle,
y la sigue
cierto amante
que maquina
desbancarte.
- ¿Tirsi acaso?
- Tú lo has dicho.
- Oye, aguarda,
ya te digo.
Compañeros
me retiro.
Vuelo a verte,
dueño mío.
EL ANAUCO
Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
Tú, verde y apacible
ribera del Anauco,
para mí más alegre,
que los bosques idalios
y las vegas hermosas
de la placida pafos,
resonaras continuo
con mis humildes cantos;
y cuando ya mi sombra
sobre el funesto barco
visite del Enebro
los valles solitarios,
en tus umbrías selvas
y retirados antros
erraré cual un día,
tal vez abandonado
la silenciosa margen
de los estigios lagos.
La turba dolorida
de los pueblos cercanos
evocará mis manes
con lastimero llanto;
y ante la triste tumba,
de funerales ramos
vestida, y dolorosa
con perfumes indianos,
dirá llorando Filis:
“Aquí descansa Favio”
¡Mil veces venturoso!
Pero, tú, desdichado,
por bárbaras naciones
lejos del clima patrio
débilmente vaciles
al peso de los años.
Deroven tu cadáver
- los canes sanguinarios
que apacienta Caribdis
en sus rudos peñascos;
ni aplaque tus cenizas
con ayes lastimados
la pérfida consorte
ceñida de otros brazos
MIS DESEOS
¿Sabes, rubia, que gracia solicito
cuando de ofrendas cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.
De Aragua a las orillas un distrito
que me tribute fáciles manjares,
de vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.
Para acogerme en el calor estivo,
que tenga una arboleda también quiero,
do crezca junto al sauce el coco altivo.
¡Felice yo si en este albergue muero;
y al exhalar mi aliento fugitivo,
sello en tus labios el adiós postrero!
ALOCUCIÓN A LA POESIA
FRAGMENTOS DE UN POEMA TITULADO
“AMERICA”
I
Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñanza
con el silencio de la selva umbría
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo a donde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la siempre verde rama
con que al valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brindan;
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el rey del cielo entre cortinas bellas
de nacaradas nubes se levanta;
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.
¿Qué a ti, silvestre ninfa, con las pompas
de dorados alcánzares reales?
¿A tripular también irás en ellos,
en medio de la turba cortesana,
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días,
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y los reyes,
no te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a calculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.
Descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo transparente,
las gracias atractivas
de Natura inocente,
a los hombres cantaste embelesados
y sobre el vasto Atlántico tendido
las vigorosas alas, a otro cielo,
a otro mundo, a otras gentes te encamina,
do viste aún su primitivo traje
la tierra, al hombre sometida apenas;
y las riquezas de los climas todos
América, del sol joven esposa,
del antiguo Océano hija postrera,
en su seno feraz cría y esmera.
¿Qué morada te aguarda? ¿Qué alta cumbre,
que prado ameno, que repuesto bosque
harás tu domicilio? ¿en que felice
playa estampada tu sandalia de oro
será primero? ¿Dónde el claro río
que de Albión los héroes vio humillados,
los azules pendones reverbera
de Buenos Aires, y orgulloso arrastra
de cien potentes aguas los tributos
al atónito mar? ¿o donde emboza
y la ciudad renace de Losada?
¿O más te sonreirán, Musa, los valles
de Chile afortunado, que enriquecen
rubias cosechas, y suaves frutos;
de la inocencia y el candor ingenuo
y la hospitalidad del mundo antiguo
¿O la ciudad que al águila posada
y el suelo de inexaustas venas rico,
que casi hartaron la avarienta Europa?
Ya de la mar del sur la bella reina,
a cuyas hijas dio la gracia en dote
naturaleza, habitación te brinda
bajo su blanco cielo, que no turban
lluvias jamás, ni embravecidos vientos.
¿O la elevada Quito
harás tu albergue, que entre canas cumbres
sentada, oye bramar las tempestades
bajo sus pies, y etéreas auras bebe
a tu celeste inspiración propicias?
Mas oye de tronado se abre paso
entre murallas de peinada roca,
y envuelto en blanca nube de vapores,
de vacilantes iris matizada,
los valles va a buscar del Magdalena
con salto audaz el Bogotá espumoso.
Allí memorias de tempranos días
tu lira aguardan; cuando, en ocio dulce
y nativa inocencia venturosos,
sustento fácil dio a sus mofadores,
primera prole de su fértil seno,
Cundinamarca; antes que el corvo arado
violase el suelo, ni extranjera nave
las apartadas costas visitará.
Aún no aguzado la ambición había
el hierro atroz; aún no degenerado
buscaba el hombre bajo oscuros techos
el albergue, que grutas y florestas
saludable le daban y seguro,
sin que señor la tierra conociese,
los campos valla, ni los pueblos muro.
La libertad sin leyes florecía,
todo era paz, contento y alegría;
cuando de dichas tantas envidiosa
Huitaca bella, de las aguas Diosa,
hinchado el Bogotá, sumerge el valle.
De la gente infeliz parte pequeña
asilo halló en los montes;
el abismo voraz sepulta el resto.
tu cantarás como indigno el funesto
estrago de su casi extinta raza
a Nenqueteba, hijo del sol; que rompe
con su cetro divino la enriscada
montaña, y a las ondas abra calle;
el Bogotá, que inmenso lago un día
de cumbre a cumbre dilató su imperio,
de las ya estrechas márgenes, que asalta
y culto dio; después que la maligna
ninfa mudó en lumbrera de la noche,
y de la luna por la vez primera
surcó el Olimpo el argentado coche.
Ve, pues, ve a celebrar las maravillas
del Ecuador: canta el vistoso cielo
que de los astros todos los hermosos
coros alegran; donde a un tiempo el vasto
Dragón del norte su dorada espira
desvuelve en torno al iluminar inmóvil
que al rumbo al marinero audaz señala,
y la paloma cándida de Arauco
en las australes ondas moja el ala.
Si tus colores los más ricos mueles
y tomas el mejor de tus pinceles,
podrás los climas retratar, que entero
el vigor guardan genital primero
con que la voz omnipotente, oída
del hondo caos, hinchió la tierra, apenas
sobre su informe faz aparecida,
y de verdura la cubrió y de vida.
Selvas eternas, ¿Quién al vulgo inmenso
que vuestros verdes laberintos puebla,
y en varias formas y estatura y galas
hacer parece alarde de si mismo,
poner presumirá nombre o guarismo?
En densa muchedumbre
Ceibas, acacias, mirtos se entretejen,
vejucos, vides, gramas;
las ramas a las ramas,
pugnado por gozar de las felices
auras y de la luz, perpetua guerra
hacen, y a las raíces
angosto viene el seno de la tierra.
¡Oh contigo, amable Poesía,
del Cauca a las orillas me llevará,
y el blando aliento respirar me diera
de la siempre lozada primavera
que allí su reino estableció y su corte!
¡oh si ya de cuidados enojosos
exento, por las márgenes amenas
del Aragua moviese
el tardo incierto paso;
o reclinado acaso
bajo una fresca palma en la llanura,
viese arder en la bóveda azulada
tus cuatro lumbres bellas,
oh Cruz del Sur, que las nocturnas horas
mides el caminante
por la espaciosa soledad errante;
o del cocuy las luminosas huellas
viese cortar el aire tenebroso,
y del lejano tambo a mis oídos
viniera el son del yaraví amoroso!
Tiempo vendrá cuando de ti inspirado
algún Marón americano, ¡oh diosa!
también las mieses, los rebaños cante,
el rico suelo al hombre avasallado,
y las dadivas mil con que la zona
de Fedo amada al labrador corona;
donde cándida miel llevan las cañas,
y animado carmín la tuna cría,
donde tremola el algodón su nieve,
y el ananás sazona su ambrosía;
de sus racimos la variada copia
rinde el palpar, da azucarados globos
el zapotillo, su manteca ofrece
la verde palta, da el añil su tinta,
bajo su dulce carga desfallece
el banano, el café el aroma acendra
de sus albos jazmines, y el cacao
cuaja en urnas de púrpura su almendra.
..................................................................
Mas ¡ah! ¿Prefieres de la Guerra impía
los horrores decir, y al son del parche
pintar las huestes que furiosas corren
a destrucción, y el suelo hinchen de luto?
¡Oh si ofrecieres menos fértil tema
a bélicos cantares, patria mía!
¡Que ciudad, qué campiña no ha inundado
la sangre de tus hijos y la ibera?
¡Que páramo no dio en humanos miembros
pasto al cóndor? ¡Que rústicos hogares salvar
su oscuridad pudo a las furias
de la civil discordia embravecida?
Pero no en Roma obró prodigio tanto
el amor de la patria, no en la austera
Esparta, no en Numancia generosa;
ni de la historia de página alguna,
Musa, más altos hechos a tu canto.
¡A que provincia el premio de alabanza,
o a que varón tributaras primero?
Grata celebra Chile el de Gamero,
que, vencedor de cien sangrientas lides,
muriendo, el suelo consagró de Talca:
y la memoria eternizar desea
de aquellos graneros de a caballo
que mandó de Chacamuro Necochea.
¿Pero de Maipo la campiña sola
cuán larga lista, oh Musa, no te ofrece,
para que en tus cantares se repita,
de campeones cuya frente adorna
el verde honor que nunca se marchita?
Donde ganó tan claro nombre Bueras,
que con sus caballeros denodados
rompió el enemigo las hieleras;
y donde el regimiento de Coquimbo
tantos héroes contó como soldados.
...............................................................
¿De Buenos Aires la gallarda gente
no ves, que el premio del valor te pide?
Castelli osado, que las fuerzas mide
Con aquel monstruo que la cara esconde
sobre las nubes y a los hombres huella;
Moreno, que abogó con digno acento
de los opresos pueblos la querella;
Y tu que de Suipacha en las llanuras
diste a tu causa agüero de venturas,
Balcarce; y tu, Belgrano, y otros cientos
que la tierra natal de glorias rica
hicisteis con la espada o con la pluma,
si el justo galardón se os adjudica,
no temeréis que el tiempo le consuma.
................................................................
Ni sepultada quedará en olvido
la paz que tantos claros hijos llora,
ni Santacruz, ni menos Chuquisaca,
ni Cochabamba, que de patrio celo
ejemplos memorables atesora,
ni Potosí de minas no tan rico
como de nobles pechos, ni Arequipa
que de Vizcardo con razón se alaba,
ni a la que el Rimac las muralla.
Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida
¡Salve, fecunda zona,
que al sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!
Tú tejes al verano su guirnalda
de granadas espigas; tú la uva
das a la hirviente cuba;
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,
a tus florestas bellas
falta matiz alguno; y bebe en ellas
aromas mil el viento;
y greyes van sin cuento
paciendo tu verdura, desde el llano
que tiene por lindero el horizonte,
hasta el erguido monte,
de inaccesible nieve siempre cano.
Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra,
por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara rebosa;
bulle carmín viviente en tus nopales,
que afrenta fuera al múrice de Tiro;
y de tu añil la tinta generosa
émula es de la lumbre del zafiro.
El vino es tuyo, que la herida agave
para los hijos vierte
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
que, cuando de süave
humo en espiras vagorosas huya,
solazará el fastidio al ocio inerte.
Tú vistes de jazmines
el arbusto sabeo ,
y el perfume le das, que en los festines
la fiebre insana templará a Lico.
Para tus hijos la procera palma
su vario feudo cría,
y el ananás sazona su ambrosía;
su blanco pan la yuca ;
sus rubias pomas la patata educa;
y el algodón despliega al aura leve
las rosas de oro y el vellón de nieve.
Tendida para ti la fresca parcha
en enramadas de verdor lozano,
cuelga de sus sarmientos trepadores
nectáreos globos y franjadas flores;
y para ti el maíz, jefe altanero
de la espigada tribu, hincha su grano;
y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;
que al sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!
Tú tejes al verano su guirnalda
de granadas espigas; tú la uva
das a la hirviente cuba;
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,
a tus florestas bellas
falta matiz alguno; y bebe en ellas
aromas mil el viento;
y greyes van sin cuento
paciendo tu verdura, desde el llano
que tiene por lindero el horizonte,
hasta el erguido monte,
de inaccesible nieve siempre cano.
Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra,
por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara rebosa;
bulle carmín viviente en tus nopales,
que afrenta fuera al múrice de Tiro;
y de tu añil la tinta generosa
émula es de la lumbre del zafiro.
El vino es tuyo, que la herida agave
para los hijos vierte
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
que, cuando de süave
humo en espiras vagorosas huya,
solazará el fastidio al ocio inerte.
Tú vistes de jazmines
el arbusto sabeo ,
y el perfume le das, que en los festines
la fiebre insana templará a Lico.
Para tus hijos la procera palma
su vario feudo cría,
y el ananás sazona su ambrosía;
su blanco pan la yuca ;
sus rubias pomas la patata educa;
y el algodón despliega al aura leve
las rosas de oro y el vellón de nieve.
Tendida para ti la fresca parcha
en enramadas de verdor lozano,
cuelga de sus sarmientos trepadores
nectáreos globos y franjadas flores;
y para ti el maíz, jefe altanero
de la espigada tribu, hincha su grano;
y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;
el banano, primero
de cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
del ecuador feliz con mano larga.
No ya de humanas artes obligado
el premio rinde opimo;
no es a la podadera, no al arado
deudor de su racimo;
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba,
adulta prole en torno le sucede.
Mas ¡oh! ¡si cual no cede
el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
y como de natura esmero ha sido,
de tu indolente habitador lo fuera!
¡Oh! ¡si al falaz rüido,
la dicha al fin supiese verdadera
anteponer, que del umbral le llama
del labrador sencillo,
lejos del necio y vano
fasto, el mentido brillo,
el ocio pestilente ciudadano!
¿Por qué ilusión funesta
aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
el cuidado abandonan
y a la fe mercenaria
las patrias heredades,
y en el ciego tumulto se aprisionan
de míseras ciudades,
do la ambición proterva
sopla la llama de civiles bandos,
o al patriotismo la desidia enerva;
do el lujo las costumbres atosiga,
y combaten los vicios
la incauta edad en poderosa liga?
No allí con varoniles ejercicios
se endurece el mancebo a la fatiga;
mas la salud estraga en el abrazo
de pérfida hermosura,
que pone en almoneda los favores;
mas pasatiempo estima
prender aleve en casto seno el fuego
de ilícitos amores;
o embebecido le hallará la aurora
en mesa infame de ruinoso juego.
En tanto a la lisonja seductora
del asiduo amador fácil oído
da la consorte; crece
en la materna escuela
de la disipación y el galanteo
de cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
del ecuador feliz con mano larga.
No ya de humanas artes obligado
el premio rinde opimo;
no es a la podadera, no al arado
deudor de su racimo;
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba,
adulta prole en torno le sucede.
Mas ¡oh! ¡si cual no cede
el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
y como de natura esmero ha sido,
de tu indolente habitador lo fuera!
¡Oh! ¡si al falaz rüido,
la dicha al fin supiese verdadera
anteponer, que del umbral le llama
del labrador sencillo,
lejos del necio y vano
fasto, el mentido brillo,
el ocio pestilente ciudadano!
¿Por qué ilusión funesta
aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
el cuidado abandonan
y a la fe mercenaria
las patrias heredades,
y en el ciego tumulto se aprisionan
de míseras ciudades,
do la ambición proterva
sopla la llama de civiles bandos,
o al patriotismo la desidia enerva;
do el lujo las costumbres atosiga,
y combaten los vicios
la incauta edad en poderosa liga?
No allí con varoniles ejercicios
se endurece el mancebo a la fatiga;
mas la salud estraga en el abrazo
de pérfida hermosura,
que pone en almoneda los favores;
mas pasatiempo estima
prender aleve en casto seno el fuego
de ilícitos amores;
o embebecido le hallará la aurora
en mesa infame de ruinoso juego.
En tanto a la lisonja seductora
del asiduo amador fácil oído
da la consorte; crece
en la materna escuela
de la disipación y el galanteo
la tierna virgen, y al delito espuela
es antes el ejemplo que el deseo.
donde halaga la flor, punza la espina?
Id a gozar la suerte campesina;
¿Y será que se formen de ese modo
los ánimos heroicos denodados
que fundan y sustentan los estados?
¿De la algazara del festín beodo,
o de los coros de liviana danza,
la dura juventud saldrá, modesta,
orgullo de la patria, y esperanza?
¿Sabrá con firme pulso
de la severa ley regir el freno;
brillar en torno aceros homicidas
en la dudosa lid verá sereno;
o animoso hará frente al genio altivo
del engreído mando en la tribuna,
aquel que ya en la cuna
durmió al arrullo del cantar lascivo,
que riza el pelo, y se unge, y se atavía
con femenil esmero,
y en indolente ociosidad el día,
o en criminal lujuria pasa entero?
No así trató la triunfadora Roma
las artes de la paz y de la guerra;
antes fió las riendas del estado
a la mano robusta
que tostó el sol y encalleció el arado;
y bajo el techo humoso campesino
los hijos educó, que el conjurado
mundo allanaron al valor latino.
¡Oh! ¡los que afortunados poseedores
habéis nacido de la tierra hermosa,
en que reseña hacer de sus favores,
como para ganaros y atraeros,
quiso Naturaleza bondadosa!
romped el duro encanto
que os tiene entre murallas prisioneros.
El vulgo de las artes laborioso,
el mercader que necesario al lujo
al lujo necesita,
los que anhelando van tras el señuelo
del alto cargo y del honor ruidoso,
la grey de aduladores parasita,
gustosos pueblen ese infecto caos;
el campo es vuestra herencia; en él gozaos.
¿Amáis la libertad? El campo habita,
o allá donde el magnate
entre armados satélites se mueve,
y de la moda, universal señora,
va la razón al triunfal carro atada,
y a la fortuna la insensata plebe,
y el noble al aura popular adora.
¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro,
la solitaria calma
en que, juez de sí misma, pasa el alma
a las acciones muestra,
es de la vida la mejor maestra!
¿Buscáis durables goces,
felicidad, cuanta es al hombre dada
y a su terreno asiento, en que vecina
está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre
los ánimos heroicos denodados
que fundan y sustentan los estados?
¿De la algazara del festín beodo,
o de los coros de liviana danza,
la dura juventud saldrá, modesta,
orgullo de la patria, y esperanza?
¿Sabrá con firme pulso
de la severa ley regir el freno;
brillar en torno aceros homicidas
en la dudosa lid verá sereno;
o animoso hará frente al genio altivo
del engreído mando en la tribuna,
aquel que ya en la cuna
durmió al arrullo del cantar lascivo,
que riza el pelo, y se unge, y se atavía
con femenil esmero,
y en indolente ociosidad el día,
o en criminal lujuria pasa entero?
No así trató la triunfadora Roma
las artes de la paz y de la guerra;
antes fió las riendas del estado
a la mano robusta
que tostó el sol y encalleció el arado;
y bajo el techo humoso campesino
los hijos educó, que el conjurado
mundo allanaron al valor latino.
¡Oh! ¡los que afortunados poseedores
habéis nacido de la tierra hermosa,
en que reseña hacer de sus favores,
como para ganaros y atraeros,
quiso Naturaleza bondadosa!
romped el duro encanto
que os tiene entre murallas prisioneros.
El vulgo de las artes laborioso,
el mercader que necesario al lujo
al lujo necesita,
los que anhelando van tras el señuelo
del alto cargo y del honor ruidoso,
la grey de aduladores parasita,
gustosos pueblen ese infecto caos;
el campo es vuestra herencia; en él gozaos.
¿Amáis la libertad? El campo habita,
o allá donde el magnate
entre armados satélites se mueve,
y de la moda, universal señora,
va la razón al triunfal carro atada,
y a la fortuna la insensata plebe,
y el noble al aura popular adora.
¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro,
la solitaria calma
en que, juez de sí misma, pasa el alma
a las acciones muestra,
es de la vida la mejor maestra!
¿Buscáis durables goces,
felicidad, cuanta es al hombre dada
y a su terreno asiento, en que vecina
está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre
la regalada paz, que ni rencores
al labrador, ni envidias acibaran;
la cama que mullida le preparan
el contento, el trabajo, el aire puro;
y el sabor de los fáciles manjares,
que dispendiosa gula no le aceda;
y el asilo seguro
de sus patrios hogares
que a la salud y al regocijo hospeda.
El aura respirad de la montaña,
que vuelve al cuerpo laso
el perdido vigor, que a la enojosa
vejez retarda el paso,
y el rostro a la beldad tiñe de rosa.
¿Es allí menos blanda por ventura
de amor la llama, que templó el recato?
¿O menos aficiona la hermosura
que de extranjero ornato
y afeites impostores no se cura?
¿O el corazón escucha indiferente
el lenguaje inocente
que los afectos sin disfraz expresa,
y a la intención ajusta la promesa?
No del espejo al importuno ensayo
la risa se compone, el paso, el gesto;
ni falta allí carmín al rostro honesto
que la modestia y la salud colora,
ni la mirada que lanzó al soslayo
tímido amor, la senda al alma ignora.
¿Esperaréis que forme
más venturosos lazos himeneo,
do el interés barata,
tirano del deseo,
ajena mano y fe por nombre o plata,
que do conforme gusto, edad conforme,
y elección libre, y mutuo ardor los ata?
Allí también deberes
hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
heridas de la guerra; el fértil suelo,
áspero ahora y bravo,
al desacostumbrado yugo torne
del arte humana, y le tribute esclavo.
Del obstrüido estanque y del molino
recuerden ya las aguas el camino;
el intrincado bosque el hacha rompa,
consuma el fuego; abrid en luengas calles
la oscuridad de su infructuosa pompa.
Abrigo den los valles
a la sedienta caña;
la manzana y la pera
en la fresca montaña
el cielo olviden de su madre España;
adorne la ladera
el cafetal; ampare
a la tierna teobroma en la ribera
la sombra maternal de su bucare ;
aquí el vergel, allá la huerta ría...
¿Es ciego error de ilusa fantasía?
Ya dócil a tu voz, agricultura,
nodriza de las gentes, la caterva
al labrador, ni envidias acibaran;
la cama que mullida le preparan
el contento, el trabajo, el aire puro;
y el sabor de los fáciles manjares,
que dispendiosa gula no le aceda;
y el asilo seguro
de sus patrios hogares
que a la salud y al regocijo hospeda.
El aura respirad de la montaña,
que vuelve al cuerpo laso
el perdido vigor, que a la enojosa
vejez retarda el paso,
y el rostro a la beldad tiñe de rosa.
¿Es allí menos blanda por ventura
de amor la llama, que templó el recato?
¿O menos aficiona la hermosura
que de extranjero ornato
y afeites impostores no se cura?
¿O el corazón escucha indiferente
el lenguaje inocente
que los afectos sin disfraz expresa,
y a la intención ajusta la promesa?
No del espejo al importuno ensayo
la risa se compone, el paso, el gesto;
ni falta allí carmín al rostro honesto
que la modestia y la salud colora,
ni la mirada que lanzó al soslayo
tímido amor, la senda al alma ignora.
¿Esperaréis que forme
más venturosos lazos himeneo,
do el interés barata,
tirano del deseo,
ajena mano y fe por nombre o plata,
que do conforme gusto, edad conforme,
y elección libre, y mutuo ardor los ata?
Allí también deberes
hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
heridas de la guerra; el fértil suelo,
áspero ahora y bravo,
al desacostumbrado yugo torne
del arte humana, y le tribute esclavo.
Del obstrüido estanque y del molino
recuerden ya las aguas el camino;
el intrincado bosque el hacha rompa,
consuma el fuego; abrid en luengas calles
la oscuridad de su infructuosa pompa.
Abrigo den los valles
a la sedienta caña;
la manzana y la pera
en la fresca montaña
el cielo olviden de su madre España;
adorne la ladera
el cafetal; ampare
a la tierna teobroma en la ribera
la sombra maternal de su bucare ;
aquí el vergel, allá la huerta ría...
¿Es ciego error de ilusa fantasía?
Ya dócil a tu voz, agricultura,
nodriza de las gentes, la caterva
servil armada va de corvas hoces.
Mírola ya que invade la espesura
de la floresta opaca; oigo las voces,
Mírola ya que invade la espesura
de la floresta opaca; oigo las voces,
de insecto roedor no lo devore; sañudo vendaval no lo arrebate, ni agote al árbol el materno jugo
siento el rumor confuso; el hierro suena,
los golpes el lejano
eco redobla; gime el ceibo anciano,
que a numerosa tropa
largo tiempo fatiga;
batido de cien hachas, se estremece,
estalla al fin, y rinde el ancha copa.
Huyó la fiera; deja el caro nido,
deja la prole implume
el ave, y otro bosque no sabido
de los humanos va a buscar doliente...
¿Qué miro? Alto torrente
de sonorosa llama
corre, y sobre las áridas rüinas
de la postrada selva se derrama.
El raudo incendio a gran distancia brama,
y el humo en negro remolino sube,
aglomerando nube sobre nube.
Ya de lo que antes era
verdor hermoso y fresca lozanía,
sólo difuntos troncos,
sólo cenizas quedan; monumento
de la lucha mortal, burla del viento.
Mas al vulgo bravío
de las tupidas plantas montaraces,
sucede ya el fructífero plantío
en muestra ufana de ordenadas haces.
Ya ramo a ramo alcanza,
y a los rollizos tallos hurta el día;
ya la primera flor desvuelve el seno,
bello a la vista, alegre a la esperanza;
a la esperanza, que riendo enjuga.
del fatigado agricultor la frente,
y allá a lo lejos el opimo fruto,
y la cosecha apañadora pinta,
que lleva de los campos el tributo,
colmado el cesto, y con la falda en cinta,
y bajo el peso de los largos bienes
con que al colono acude,
hace crujir los vastos almacenes.
¡Buen Dios! no en vano sude,
mas a merced y a compasión te mueva
la gente agricultora
del ecuador, que del desmayo triste
con renovado aliento vuelve ahora,
y tras tanta zozobra, ansia, tumulto,
tantos años de fiera
devastación y militar insulto,
aún más que tu clemencia antigua implora.
Su rústica piedad, pero sincera,
halle a tus ojos gracia; no el risueño
porvenir que las penas le aligera,
cual de dorado sueño
visión falaz, desvanecido llore;
intempestiva lluvia no maltrate
el delicado embrión; el diente impío
los golpes el lejano
eco redobla; gime el ceibo anciano,
que a numerosa tropa
largo tiempo fatiga;
batido de cien hachas, se estremece,
estalla al fin, y rinde el ancha copa.
Huyó la fiera; deja el caro nido,
deja la prole implume
el ave, y otro bosque no sabido
de los humanos va a buscar doliente...
¿Qué miro? Alto torrente
de sonorosa llama
corre, y sobre las áridas rüinas
de la postrada selva se derrama.
El raudo incendio a gran distancia brama,
y el humo en negro remolino sube,
aglomerando nube sobre nube.
Ya de lo que antes era
verdor hermoso y fresca lozanía,
sólo difuntos troncos,
sólo cenizas quedan; monumento
de la lucha mortal, burla del viento.
Mas al vulgo bravío
de las tupidas plantas montaraces,
sucede ya el fructífero plantío
en muestra ufana de ordenadas haces.
Ya ramo a ramo alcanza,
y a los rollizos tallos hurta el día;
ya la primera flor desvuelve el seno,
bello a la vista, alegre a la esperanza;
a la esperanza, que riendo enjuga.
del fatigado agricultor la frente,
y allá a lo lejos el opimo fruto,
y la cosecha apañadora pinta,
que lleva de los campos el tributo,
colmado el cesto, y con la falda en cinta,
y bajo el peso de los largos bienes
con que al colono acude,
hace crujir los vastos almacenes.
¡Buen Dios! no en vano sude,
mas a merced y a compasión te mueva
la gente agricultora
del ecuador, que del desmayo triste
con renovado aliento vuelve ahora,
y tras tanta zozobra, ansia, tumulto,
tantos años de fiera
devastación y militar insulto,
aún más que tu clemencia antigua implora.
Su rústica piedad, pero sincera,
halle a tus ojos gracia; no el risueño
porvenir que las penas le aligera,
cual de dorado sueño
visión falaz, desvanecido llore;
intempestiva lluvia no maltrate
el delicado embrión; el diente impío
la calorosa sed de largo estío.
Y pues al fin te plugo,
árbitro de la suerte soberano,
que, suelto el cuello de extranjero yugo,
erguiese al cielo el hombre americano,
bendecida de ti se arraigue y medre
su libertad; en el más hondo encierra
de los abismos la malvada guerra,
y el miedo de la espada asoladora
al suspicaz cultivador no arredre
del arte bienhechora,
que las familias nutre y los estados;
la azorada inquietud deje las almas,
deje la triste herrumbre los arados.
Asaz de nuestros padres malhadados
expiamos la bárbara conquista.
¿Cuántas doquier la vista
no asombran erizadas soledades,
do cultos campos fueron, do ciudades?
De muertes, proscripciones,
suplicios, orfandades,
¿quién contará la pavorosa suma?
Saciadas duermen ya de sangre ibera
las sombras de Atahualpa y Moctezuma.
¡Ah! desde el alto asiento,
en que escabel te son alados coros
que velan en pasmado acatamiento
la faz ante la lumbre de tu frente,
(si merece por dicha una mirada
tuya la sin ventura humana gente),
el ángel nos envía,
el ángel de la paz, que al crudo ibero
haga olvidar la antigua tiranía,
y acatar reverente el que a los hombres
sagrado diste, imprescriptible fuero;
que alargar le haga al injuriado hermano,
(¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme;
y si la innata mansedumbre duerme,
la despierte en el pecho americano.
El corazón lozano
que una feliz oscuridad desdeña,
que en el azar sangriento del combate
alborozado late,
y codicioso de poder o fama,
nobles peligros ama;
baldón estime sólo y vituperio
el prez que de la patria no reciba,
la libertad más dulce que el imperio,
y más hermosa que el laurel la oliva.
Ciudadano el soldado,
deponga de la guerra la librea;
el ramo de victoria
colgado al ara de la patria sea,
y sola adorne al mérito la gloria.
De su trïunfo entonces, Patria mía,
verá la paz el suspirado día;
la paz, a cuya vista el mundo llena
Y pues al fin te plugo,
árbitro de la suerte soberano,
que, suelto el cuello de extranjero yugo,
erguiese al cielo el hombre americano,
bendecida de ti se arraigue y medre
su libertad; en el más hondo encierra
de los abismos la malvada guerra,
y el miedo de la espada asoladora
al suspicaz cultivador no arredre
del arte bienhechora,
que las familias nutre y los estados;
la azorada inquietud deje las almas,
deje la triste herrumbre los arados.
Asaz de nuestros padres malhadados
expiamos la bárbara conquista.
¿Cuántas doquier la vista
no asombran erizadas soledades,
do cultos campos fueron, do ciudades?
De muertes, proscripciones,
suplicios, orfandades,
¿quién contará la pavorosa suma?
Saciadas duermen ya de sangre ibera
las sombras de Atahualpa y Moctezuma.
¡Ah! desde el alto asiento,
en que escabel te son alados coros
que velan en pasmado acatamiento
la faz ante la lumbre de tu frente,
(si merece por dicha una mirada
tuya la sin ventura humana gente),
el ángel nos envía,
el ángel de la paz, que al crudo ibero
haga olvidar la antigua tiranía,
y acatar reverente el que a los hombres
sagrado diste, imprescriptible fuero;
que alargar le haga al injuriado hermano,
(¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme;
y si la innata mansedumbre duerme,
la despierte en el pecho americano.
El corazón lozano
que una feliz oscuridad desdeña,
que en el azar sangriento del combate
alborozado late,
y codicioso de poder o fama,
nobles peligros ama;
baldón estime sólo y vituperio
el prez que de la patria no reciba,
la libertad más dulce que el imperio,
y más hermosa que el laurel la oliva.
Ciudadano el soldado,
deponga de la guerra la librea;
el ramo de victoria
colgado al ara de la patria sea,
y sola adorne al mérito la gloria.
De su trïunfo entonces, Patria mía,
verá la paz el suspirado día;
la paz, a cuya vista el mundo llena
alma, serenidad y regocijo;
vuelve alentado el hombre a la faena,
alza el ancla la nave, a las amigas
auras encomendándose animosa,
enjámbrase el taller, hierve el cortijo,
y no basta la hoz a las espigas.
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
vuelve alentado el hombre a la faena,
alza el ancla la nave, a las amigas
auras encomendándose animosa,
enjámbrase el taller, hierve el cortijo,
y no basta la hoz a las espigas.
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
vuestra posteridad; y nuevos nombres
añadiendo la fama
a los que ahora aclama,
«hijos son éstos, hijos,
(pregonará a los hombres)
de los que vencedores superaron
de los Andes la cima;
de los que en Boyacá, los que en la arena
de Maipo, y en Junín, y en la campaña
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
vuestra posteridad; y nuevos nombres
añadiendo la fama
a los que ahora aclama,
«hijos son éstos, hijos,
(pregonará a los hombres)
de los que vencedores superaron
de los Andes la cima;
de los que en Boyacá, los que en la arena
de Maipo, y en Junín, y en la campaña
gloriosa de Apurima,
postrar supieron al león de España».
GLOSARIO
A
Ahonde: Averiguarlo mas recóndito de un asunto.
Apremios: Acciones de Apremiar, Apuros.
Asario: Desgracia.
Azarosa: Al Azar.
E
Ecuménica: Universal, que se extiende a todo el orbe.
Efigies: Imágenes, figuras o retratos.
Equidad: Propensión a dejarse guiar por la conciencia o por el deber antes los preceptos rigurosos de la ley.
Erudición: Instrucción en varias ciencias, artes y otras materias.
Erudito: Instruido en varias ciencias, artes y otras materias.
Escribanía: Caja portátil con misión de escribir, que usaban los escribanos y escolares.
Estío: Entre el solsticio de verano y el equinoccio de otoño.
Estoica: Fuerte ante la desgracia.
Exilio: Destierro de su tierra.
F
Falsías: falsedad, deslealtad.
Filólogo: Persona versada en el estudio de un idioma o lengua.
I
Influjo: Influencia.
Insuflo: Soplo.
L
Lastre: Piedra.
Lingüistas: Personas versadas en el estudio comparativo y filosófico de las lenguas.
M
Menesterosos: Necesitados.
N
Neoclásico: Partidario de él.
Neogranadino: Natural de Nueva Granada, hoy Colombia.
Nogal: Madera de este árbol, de color pardo oscuro.
P
Paltó: Saco o chaqueta.
Patético: Sentimientos melancólicos, tristes o dolorosos.
Postguerra: tiempo inmediato a la terminación de una guerra y durante el cual aun se sufre sus consecuencias.
R
Raído: Gastado.
S
Secundar: Ayudar.
Sofismas: Razón aparente o argumento falaz.
T
Testero: Fachada principal.
Tetis: Diosa del mar, en la griega.
Turbas: muchedumbres.
V
Vastedad: Anchura.
Vitalicio: Cargo que dura desde que se obtiene hasta el fin de la vida.
BIBLIOGRAFIA
Bello, Andrés Poemas y Silvas
Ediciones Publimedia, C.A.
Caracas, 1986
Editorial Andrés Bello Enciclopedia de Venezuela
Tomo VIII
Barcelona, 1973
Ortega Pellón, Pasando por el Olvido.
Francisco de Sales Editorial Multicolor, C.A.
Mérida, 1977
Sánchez G. L. Homenaje al Libertador
Diario La Nación ,
San Cristóbal
Uslar Pietri, Arturo En Busca del Nuevo Mundo
Fondo Cultural Económico
México, 1969
Villazán y Carrillo, Francisco Revista fascinación No. 58
Diario 2001 No. 5061
Santiago de León, C.A.
Caracas, 1987
INDICE
Prologo………………………………………..
Introducción……………………………………
Biografía………………………………………
Poemas y Silvas
El Vino y el Amor……………………………….
El Arauco………………………………………
Mis Deseos……………………………………..
Alocución a la Poesía …………………………….
Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida …………….
Dibujos de Bello………………………………….
Glosario…………………………………………
Bibliografía………………………………………
DISTRIBUIDORES EXCLUSIVOS
PACHELY EDICIONES